viernes, octubre 21, 2005

Soy de Pancho, gancho


Varias veces me ha correspondido llevar a un recorrido por los cerros a uno que otro amigo de otros países e indefectiblemente han quedado prendados de este puerto. Qué tiene Valparaíso que encanta a los extranjeros. Valparaíso posee un perfil propio, original. En esta ciudad no hay maquillajes, es tal como es. Todavía relucen adoquines en las estrechas callecitas de los cerros. No es raro encontrarse con alguien tirando de un burro cargado de sacos. Los balcones muestran coloridas prendas ondeando al viento. En fin, son expresiones de esta cara propia que cautiva al visitante.
En el cerro Barón se halla la explicación del mote Pancho colocado por los marineros a esta ciudad: es la Iglesia de San Francisco y, más específicamente, su campanil que era visto por los marinos desde lontananza. Es un templo de ladrillos que muestra el inexorable paso del tiempo y la indiferencia de las autoridades para restaurarlo.
No obstante la infitud de recovecos cerrunos, resulta imposible perderse en esta ciudad ya que el graznar gaviotil y el mar que se ve desde cualquier parte se constituyen en los puntos orientadores para el caminante.
Valparaíso acoge al forastero como un marino más que ha echado ancla en su bahía.