miércoles, mayo 03, 2006

Paseo 21 de mayo


Era como el balcón natural de la antigua Escuela Naval. Desde él, se aprecia el puerto de Valparaíso en toda su extensión. Ancho corredor testigo de muchas generaciones, especialmente de jóvenes enamorados, de estudiantes-paseantes y, también, de bailarines. Sí, tal como lees. Cuando apenas era un prepúber, viví las experiencias más mágicas en ese paseo. Año a año, se efectuaba allí un Carnaval que reunía a los jóvenes con sus familias para bailar al ritmo de los grupos y cantantes populares. Recuerdo que esperábamos con ansias este evento veraniego para incursionar, bajo las guirnaldas multicolores, en los misterios del amor. Por allí vimos pasar a Los Tigres, Los Blue Splendor, Luis Dimas y muchos más. Era la época en que los artistas populares eran eso, "populares" y, por ende, estaban al alcance de sus admiradores. Recuerdo que venían mis primas de Santiago y las autorizaban para ir al Carnaval, siempre y cuando les acompañara su primo, o sea yo. Para mí era un orgullo llegar con mis primas ya que eran harto buenamozas. Pero estaba ya abriendo mis ojos y mi corazón al misterio del pololeo. Entre blue y blue se fueron entretejiendo afectos efímeros que irían fraguando mi experiencia con el sexo opuesto -o complementario, debería decir. Aún recuerdo la frescura de esas jóvenes mujeres que aceptaron que les abrazase y tocara con mis labios sus labios. Qué sensaciones. Me recuerdo mirando las luminarias del puerto junto a mi pareja, uno que otro barco entrando o saliendo de la bahía. Había momentos para la algarabía y momentos para el retiro embelezado por la belleza del paisaje nocturno. Fueron estos mis mejores momentos juveniles. Sólo existía el cigarrillo y la piscola. Y los muchachos no eran malos. Eso vendría después y marcaría el término de una etapa maravillosa en que todo tenía un halo de inocencia. Aún cierro los ojos y me adentro en el túnel multicolor del paseo 21 de mayo, provisto de unos blue jeans Top Gun, peinado a la parafina sin olor, perfumado, buscando entre la muchedumbre unos ojos que quisiesen engarzarse en los míos.