viernes, mayo 01, 2009

Playa Ancha y el mar


He vuelto a Playa Ancha. Siempre he asociado a este cerro con el mar, tan propio de Valparaíso. Quizás sea porque es desde Playa Ancha que se ve Valparaíso mirando al Pacífico en todo su esplendor. Además, aun cuando no lo veas, te llama con su viento perfumado a sal. En efecto, el viento siempre está presente en Playa Ancha. Y ahora, en el preámbulo del invierno, suele ser muy helado.


Recuerdo que estando en el Liceo Alfredo Nazar Feres -como alumno- solíamos descolgarnos de nuestro cerro para acercarnos al Paseo Rubén Darío a desafiar la furia marina en días de temporal. Siempre nos vencía el mar y volvíamos a casa empapados.


También divisábamos, admirados, los barcos enfrentando al viento; pues adivinábamos a los marineros en cubierta, atando y desatando cabos. Muchos de ellos eran de Playa Ancha, los veíamos a diario en nuestras calles, algunos eran padres de compañeros de curso.


Otras veces, nos íbamos a Caleta El Membrillo y éramos testigos de sus regalos marinos que se movían dentro de los botes. Veíamos también sus huellas en los rostros de los pescadores.


Cuando la vida me ha llevado a otros países, siempre echo de menos este mar que, desde Playa Ancha, se nos muestra en toda su belleza y grandeza. Si vas a Punta Ángeles, podrás ver los "corderitos" que saltan sobre la azul superficie, impulsados por el grandioso viento.


Recuerdo que cuando vivía en la calle Waddington, en noches de invierno, se escuchaba el cascabeleo que hacían las piedras de la playa San Mateo al ser arrastradas por el mar. Pasé gran parte de mi juventud adormeciéndome con ese monótono sonido.


Es este mar el que da, a gran parte de los playanchinos, ese tono cobrizo de sus rostros. Amantes de ese aire pleno que llena sus pulmones, el playanchino es amante de la Playa Las Torpederas, del paseo por la Avenida Altamirano, del viaje en bote para pescar uno que otro pez. Por eso, no es raro que muchos terminen en la marina, para desposarse con el mar.


Playa Ancha y el mar, dos personajes de unión indisoluble. Poemas salinos que juegan día a día una danza de caracolas.

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