jueves, septiembre 29, 2005

Pequeños santuarios camineros

A lo largo de nuestra larga geografía, cuando viajamos a través de las distintas carreteras que comunican a ciudades y poblados, notamos unas minúsculas construcciones, a la vera del camino, que rememoran a algún difunto, quien pasó a mejor vida producto de algún accidente de tránsito. La arquitectura de estas construcciones da cuenta del origen socioeconómico del extinto ya que existen desde la simple casucha de zinc hasta el enano mausoleo en mármol. Pero lo más llamativo de esto es que no falta la velita encendida por algún pariente o amigo que desea mantener viva la memoria de su difunto ante los automovilistas que corren por la amplia arteria.
En esta veneración popular, se cumple el que todo muerto es bueno ya que no importa si el difunto fue víctima o causó el accidente, si sufrió un síncope cardiaco mientras manejaba o si conducía en avanzado estado de ebriedad. Simplemente es una suerte de veneración hacia la temida muerte que no se sabe cuándo nos visitará.
El progreso no ha podido erradicar esta centenaria costumbre. Incluso, no hace mucho se dio una seria controversia debido a que, para ampliar una moderna vía, era necesario "expropiar" la singular construcción. Finalmente, hubo de transarse en "reconstruir" la animita -que así la llaman- cinco metros más allá.
Interesante sería hacer un censo de animitas en Chile y, quizás, hacer una correlación con las cifras de muertos en accidentes de tránsito. Casi me atrevo a asegurar que la diferencia sería mínima.
Desde aquí, un sentido homenaje a aquellas ánimas que tienen su cenotafio a la vera del camino. Amén.

No hay comentarios.: