martes, septiembre 20, 2005

Zapatito huacho

¿Has viajado en un micro porteño? Lo que más te llamará la atención es la cantidad enorme de adornos y chucherías que cuelgan desde los resquicios menos imaginables del vehículo. El chófer y su entorno íntimo, donde el mal gusto reina en gloria y majestad.
Entre la maraña de estos adornos, siempre llama mi atención el infaltable zapatito de guagua, izquierdo o derecho -no ambos-, que se expone ante las narices de los pasajeros que suben al bus. Zapatito que esconde una breve historia, desconocida para los pasajeros y, por qué no, del mismísmo chófer.
Esta insólita costumbre no tiene objetivo claro. ¿Se pretende encontrar al dueño del zapatito? Ésta que sería la idea más lógica, deriva en una ilogicidad increíble ya que la probabilidad que suba nuevamente al bus la mamá o abuela del nene parece, a lo menos, difícil. Además, hay que considerar que no hay nada más pasajero o efímero que un zapatito de guagua: crecen tan rápido los nenes...
Pero ahí está el zapatito huacho, meciéndose ante nuestra mirada, lanzándonos su interrogante cotidiana, cada vez que subimos al micro.

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